Primero estamos "las amigas", las que días antes lo tenemos todo previsto: depilación, manicura, peluquería, peelings, encontrar vestido+zapatos+complementos, comprar el regalo y preparar alguna que otra sorpresa cuanto más emotiva mejor y el premio son las lágrimas de emoción de los novios. Somos ese grupo "disfrazado" de etiqueta que nos sentimos como pretty woman y estamos un poco histéricas y estamos colgando del brazo de nuestras sufridas parejas ya que nos hemos comprado unos zapatos de metro y medio de tacón y necesitamos un refuerzo para caminar. Nosotras ya estamos llorando solo de ver el novio y soltamos un Oooohhh mayúsculo cuando la novia entra en la iglesia o dónde se oficie la ceremonia. Una vez pasada la ceremonia nuestros ojos actúan como un escaner y captamos todos los detalles, los defectos de cada uno de los presentes, todo se guarda en una parte del cerebro y se repasa en corrillo (como en una reunión de espías) en el aperitivo, entre martinis y canapés de algo exótico a más no poder.
Aquí entra el tema aperitivo: os puedo jurar que en alguna boda he comido algo que me ha gustado pero no he logrado identificar. Mi novio me pregunta: - ¿Está bueno? y yo: Pffi (tengo la boca llena) y él: ¿Qué es? . Yo: "Ni iffdea" y salgo corriendo detrás de otro camarero con una bandeja llena de vete tu a saber qué. Me vuelvo loca en los aperitivos, parece que no haya comido en tres semanas, lo engullo todo, lo quiero probar todo y beberlo. Si en un aperitivo hay una gran cola, solo puede ser dos cosas: la barra de bebidas y la del jamón ibérico.
Por ahora lo dejo aquí. Pero el tema bodas da para mucho, mucho.