
Bueno hoy he sufrido una sesión de cine. Y digo sufrido porqué todo indicaba que no iría tan bien como quería.
Primero al hacer cola para comprar las entradas, he visto un pequeeeeeño papel pegado en la ventanilla anunciando que en la cinta de la película: Los crímenes de Oxford había unas ralladas y que según ellos eso no impedía ver las imágenes, pero que estaban a la espera de recibir una copia nueva de la película. Y yo me he preguntado: ¿ Y no harán descuento por estas pequeñas molestias?"
Bueno, ha empezado la película y sí había unas rallas que cruzaban la parte izquierda de la pantalla igualitas a las estrellas fugaces y me he concentrado en no verlas. Pero mi cerebro estaba por 3 labores:
1) ver la película
2) intentar pillar alguna palomita antes que mi novio se las zampe todas de 3 puñados
3) no ver las malditas rallas (me he acordado de ese anuncio de un coche donde se contaba la historia de que si te dicen que no imagines un oso blanco, lo verás por todas partes)
El incordio ha sido que en la misma fila donde estábamos sentados, había dos chicos jóvenes, muy jóvenes, unos 18 años máximo que no se han callado ni 5 min seguidos. Por suerte no entendía ni una sola palabra de lo que decían, solo oía el murmullo de una voz masculina que se vuelve grave por momentos (debe ser cosa de las hormonas)y como mi cerebro estaba intentando hacer las 3 cosas anteriormente anunciadas, se ha colapsado. No había más neuronas para neutralizar el murmullo de la voz.
Así que cuando la película perdía acción me imaginaba a mi misma sacando un tirachinas del bolso y bombardeando a los dos chicos con palomitas, sí, sí, en esos momento hubiera gritado:
- "¡¡Mi reino por un tirachinas!!"
También me he imaginado que me aparecía como un fantasma por su espalda y les hacía callar con una voz de ultratumba.
Normalmente sulto algún " Schhhhhhht" cuando alguién no para ni un momento, pero es que estos chicos estaban demasiado lejos.
Me he fijado que aprovechaban para hablar cuando el volumen de la película estaba a todo ganchete. Si no había sonido ellos se callaban. Y así de reojo les he ido observando. Mi cerebro había reorganizado las tropas de mis neuronas:
la infantería estaba siguiendo la peli, la retraguardia estaba descansando ya que las palomitas se habían acabado, la caballería se había rendido y seguramente estaban jugando al parchís porqué seguía viendo las malditas rallas (ojalá no hubiera leído el papelito)y la parte imaginativa (o sea el departamento de inteligencia)se estaba preguntando:
¿Qué hacen dos chicos jóvenes en el cine solos? ¡¡Seguro que son gays!! Pero chica que pueblerina eres, ¿qué pasa que dos amigos nopueden ir al cine juntos? no, no ,e stos dos no han parado de hablar ni un solo segundo y seguro que no están comentando la peli, etc...
Al final he descubierto que sí eran gays, porqué se han besado y me he montado otra historia:
Ah! ¡claro, ya lo entiendo! es su primera cita y como deben tener la típica vergüenza del primer día, han preferido ir al cine porqué así la oscuridad les da más valor, no tienen que hablar mirándose a los ojos.
Y me he quedado tan ancha. Al final las rallas no han desaparecido, he podido seguir toda la peli y me he montado otra historia paralela.
Pero para la próxima me voy a traer:
un tirachinas y un martillo grandote de plástico de las ferias, ese que si le das suena como una bocina, para la gente que se sienta detrás y con los pies no para de dar golpecitos a la espalda. Y voy a repartir martillazos y palomitas a discreción.