Ya estoy de vuelta en casita y de regalo me he traído dolor de garganta que se anticipa a un catarro, estoy más pobre que nunca y las navidades a la vuelta de la esquina, o sea, que de regalo creo que haré un recopilatorio de mis aventurillas en Asia y a correr.
Una de las tardes en Singapur, mi compi Montse y yo nos decidimos a ir a la caza y captura de los monos que corren por los bosques-jungla de Singapur, equipadas devidamente: yo con mi vestido negro con florecillas blancas y mis chanclas y ella con sus piratas tejanos y sus deportivas Roxy (eso sí, monísismas)
En nuestro petate había un repelente de mosquitos, agua y nuestras cámaras de fotos.
Ya tendríamos que haber sospechado algo cuando el taxista nos preguntó como unas 10 veces si había entendido bien el sitio, pero al llegar al parking del parque natural vimos que la gente iba equipada con pantalones "ciclistas", deportivas para correr, no para adornar los pies y no digamos ya con vestido y chanclas, como iba una menda: "Antes muerta que sencilla".
Solo de poner un pie en la ruta de la montaña una serpiente nos cruzó el camino y yo encantada de la vida (lo que se cambia cuando se está de vacaciones) y las dos cuesta arriba, sudando como nunca y eso que en Singapur se suda de lo lindo esperanzadas en ver macacos. Pues nada de nada, solo vimos más serpientes, un montón de palmeras y lianas, solo faltaba Tarzán y cartelitos donde se nos recordaba que no podíamos dar de comer a los monos.
Exhaustas llegamos a la cima y oímos tronar como nunca y decidimos bajar, desanimadas y temerosas de la tormenta que nos esperaba.
Al final, no nos llovió y además pudimos ver a los famosos monitos pero ellos sí que saben, porqué estaban tan tranquilos en el parque al lado de la carretera, nada de jungla ni de alturas.
Os pongo alguna foto para que podáis ver la pinta que hacíamos.