21 de junio de 2009

HISTORIA INVENTADA


Ana dejó que el agua de la ducha siguiera cayendo encima de su cabeza. Tenía los cabellos pegados a su cara y no sabía como salir de la ducha y volver a la cama. A la cama con ese desconocido. Un desconocido que pronunciaba su nombre sin poder disimular su angustia. Un desconocido que decía ser su marido, incluso le había enseñado fotos de los dos juntos y ella solo veía a una pareja sonriente, pero no se reconocía en las fotos. Tampoco reconocía su nombre: Ana, un nombre sencillo, vulgar, un nombre neutro.

Al final salió de la ducha que según ese desconocido era su ducha, se secó con una toalla que olía a suavizante: "¿Lo habría escogido ella misma?" buscó en unos de los cajones un peine y lo encontró. Ni el peine le era familiar. Estaba en un callejón sin salida.

Recordaba perfectamente cuando se despertó en la cama del hospital. Le hacían un montón de preguntas y ella estaba callada, solo pensaba "¿qué coño hago aquí?" "¿qué me ha pasado?" y a su lado había unos ancianos que decían ser sus padres, la que suponía que era su madre no paraba de llorar y acariciar su pelo. Le dijeron que Juan estaba a punto de volver, que había ido a cambiarse de ropa y que también le traía a ella algo con que vestirse.

Ana no recordaba nada, absolutamente nada. Ni su nombre. Y observaba atónita todo lo que se movía a su alrededor, todo el mundo no paraba de decirle que no se preocupara, que seguramente que volvería recordarlo todo al cabo de un par de días. Ella solamente abrió la boca para pedir que la dejaran sola esa noche. En ese momento entró un hombre con cara de preocupación y sudado, se inclinó para besarla pero Ana de forma involuntaria giró la cabeza.

la tristeza se reflejó muy claramente en su cara y ella se sintió mal, se suponía que debería recordar a esa gente que tanto la querían, eso era evidente, ero ella no sentía nada por esos padres o ese marido. Antes de que se resignaran y la dejaran sola en la habitación, Ana preguntó si tenían hijos. Juan solamente respondió un no con un gesto y Ana vio que estaba llorando.
Cuando estuvo ya una vez sola, reflexionó sobre su situación. Le apetecía escaparse, comenzar una vida nueva, pero eso era imposible. No sabía ni en qué ciudad estaba, ni dinero.
Esa noche durmió del tirón. Pero eso no le importó ya que no tenía ni idea si le costaba dormirse o no. Lo peor era que no tenía ni idea de ella misma.

Al día siguiente el médico le dio el alta y Juan la recogió a primera hora. El le iba contando cosas de su vida pero ella no escuchaba, nada de lo que le contaba le dio ninguna pista.
Ana miraba a Juan, era un hombre normal, ni alto ni bajo, ni guapo ni feo y a primera vista no tenía nada excepcional. "¿Cómo me he casado con este tipo soso?" "¿Cómo me enamoró?" "¿somos felices juntos?".

Pasaron un par de semanas y ella se negó a recibir a los que representaban que eran sus amigos. No quería escuchar más historias, ni anécdotas, etc nada le daba un atisbo de luz. Sus esfuerzos eran inútiles.

Al principio Juan estaba tan ansioso para que su mujer recordara algo que la agobiaba, pero al cabo de un par de días se dio por vencido, Ana tampoco deba indicios de querer recordar. No le preguntaba nada, solo daba vueltas por la casa. Durante las 3 primeras noches durmieron en habitaciones separadas, al cuarto día Ana le pidió si no le importara que durmiesen juntos. Él reprimió un grito de alegría para no asustarla. Durmieron dándose la espalda, ella durmió perfectamente y Juan sufría por no hacer ningún movimiento que la asustara. Y así pasaron un par de meses y ya todo el mundo asimiló que Ana no recordaba absolutamente nada. Lo más curioso daba la impresión que a Ana no le importaba nada no recordar. Miraba las fotos y ponía cara de pocker. Juan se conformaba en que ella continuaba a su lado, tenía miedo que un día se despertase y Ana se hubiera ido. Ya no rezaba para que ella recordase, tampoco se enfadaba cuando ella no daba signos de querer recordar, al principio Juan se sentía frustrado "¿tan insignificantes había sido su vida en común para que ella lo olvidase todo?".

Un día Ana le dijo a Juan que la llevase a cenar a un buen restaurante, le pidió que la tratase como si la acabara de conocer y que se olvidara de intentar evocar algún recuerdo, no quería seguir viviendo una vida nueva a partir de una vida fantasma pasada. A Juan le apeteció volver a conquistar a su mujer, además jugaba con ventaja, aunque Ana no recordase nada de ella misma él sí recordaba qué era lo que le gustaba.
Por primera vez los dos sonrieron mirándose uno al otro y a Ana le gustó esa sonrisa franca.
La cena fue amena y Ana escuchó con curiosidad lo que le contaba Juan. El vino se le subió a la cabeza y se dejó seducir. Le apetecía tener sexo y no se hizo de rogar. Disfrutó y vio que Juan también. Puede que esa vida fuera de lo más normal pero esos 2 orgasmos seguidos la convencieron de que esa vida no estaba tan mal.

4 comentarios:

Jac dijo...

anda que no molaría el ligoteo de nuevo con tu pareja como si fuese la primera vez...
Yo ademas iría de rompecorazones... las tengo locas, jejejeje

besooos

Jac dijo...

anda que no molaría el ligoteo de nuevo con tu pareja como si fuese la primera vez...
Yo ademas iría de rompecorazones... las tengo locas, jejejeje

besooos

ivisca dijo...

Vaya, que el sexo lo arregla todo...;)

JoCkEy dijo...

La verdad es que no me gustaría nada levantarme un día y no recordar nada, perder todos los recuerdos de una vida...

Me quedo con la moraleja que dicen por aquí arriba: El sexo lo cura todo xD!

Saludos!